Es una frase bastante actual que refiere a la hipotética elección entre distintas opciones, opciones que representan una “escala” de males, el que toma la decisión supuestamente optará por la que cause el menor de los perjuicios.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que la palabra MAL es un término absoluto y lingüisticamente no admite graduación, estaríamos invalidando dicha frase. Uno podría contemplar su uso en medicina por ejemplo, donde para salvar la vida a una persona se sacrifica una o mas partes de su cuerpo o alguna situación similar, pero ahí entraríamos en el terreno de los sacrificios.
En época de elecciones los ciudadanos nos cansamos de escuchar promesas, planes, estrategias y discursos amistosos; tan grande es la cantidad de opciones que es imposible conocerlas en su totalidad, por supuesto que ese desconocimiento es aprovechado. Es en este punto donde, ejerciendo nuestro derecho y cumpliendo con nuestro deber al sufragar, nos encontramos en la encrucijada de elegir entre las alternativas mayoritarias.
Mas allá de las preferencias o conveniencias políticas personales, este sistema tiene toda la apariencia de una encerrona cobijada bajo la democracia, donde tenemos que escoger entre distintas asociaciones electorales que no representan mas que a ellas mismas.
Lejos quedan también en las prioridades la moral, la ética, los valores, las buenas costumbres etc. y nos surge la pregunta ¿cuánto mas de todo esto se va a vender en pro de la globalización, modernización o aprobación internacional?
Es por eso que, teniendo en cuenta todos los factores y cumpliendo con el deber ciudadano, debemos encomendarnos a nuestro Señor, que es Soberano y tratar de optar por “el menor de los males”.